Señalaba ABC que el mes de agosto suele ser tiempo propicio para las obras municipales, principalmente aquellas que afectan al viario público y, por lo tanto, a los vecinos. La ciudad baja su actividad de forma notable y nos encontramos con calles vacías o con muy poca actividad, establecimientos que han echado el cierre por vacaciones, gente que huye a la playa —los cuñaos de Vic a las parcelas— o adonde les permite el presupuesto. Hasta el turismo, convertido hoy en la principal actividad de la ciudad, con mucha diferencia sobre la siguiente, disminuye mucho su volumen. La canícula cordobesa espanta a los visitantes, sin necesidad de que actúen los indocumentados que en Cataluña, Baleares o el País Vasco la tienen emprendida con el turismo y se dediquen a realizar escraches turísticos, además de guarrear con mensajes cargados de fobia paredes y fachadas de edificios.

Pero este año el mes de agosto no es mes de obras en Córdoba, rompiendo una larga trayectoria. Es consecuencia de la falta de programación de un gobierno municipal que se hizo con las riendas del poder inesperadamente, casi por una casualidad. El primero de los agostos de este mandato municipal funcionaron las obras porque todavía se estaba al rebufo —la actual corporación había tomado posesión pocos días antes— de lo que quedaba por finiquitar el gobierno anterior. El año pasado ya se notó el bajón, pero nada que ver con lo que estamos viendo este año. A la delegada municipal de Medio Ambiente e Infraestructuras le ha faltado tiempo para echarle la culpa al gobierno central, aludiendo al retraso en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado que no tuvieron luz verde hasta el pasado mes de junio. Presupuestos que no hubieran salido adelante si el gobierno de España se hubiera encontrado con que todos los grupos parlamentarios hubieran hecho lo mismo que hizo su grupo (que no existe como Izquierda Unida, tras la venta que hizo el ciudadano Garzón echándose en manos de los podemitas de Pablo Iglesias). Hay que tener la cara de cemento armado, que diría un castizo, para decir cosas como esa. Achacar la falta de planificación y, consecuentemente, la ejecución de las obras en vías y lugares públicos, al retraso de unos presupuestos que sus propios correligionarios han boicoteado, no es de recibo. Por muy hispano que sea echar la culpa a otro de nuestros errores e incapacidades.

 

Las obras municipales, más allá de la participación de los ayuntamientos en programas estatales, son planteadas, dirigidas y ejecutadas desde la administración local. La participación de los ayuntamientos en los tributos del Estado se conoce, con ligeras diferencias, con mucha antelación y se puede trabajar con Presupuestos Generales del Estado o sin ellos. Pero para que las obras se pongan en marcha han de realizar el recorrido de los correspondientes trámites administrativos sin que los plazos se echen encima. El otro gran argumento de la concejala de Izquierda Unida es lacomplejidad administrativa de los procesos de contratación. Tampoco es argumento de recibo porque los mayores controles administrativos son conocidos desde hace tiempo y se han establecido para evitar, en la medida de lo posible, actuaciones que podemos dejar en inadecuadas.

La realidad de las escasas obras que se ejecutan en Córdoba en un mes propicio para ello —apenas una decena— son la consecuencia de la incapacidad de un área municipal que ya ha puesto de manifiesto en otros momentos. Sin ir más lejos, en las obras de remodelación de Capitulares.

(Publicada en ABC Córdoba el 11 de agosto de 2017 en esta dirección)

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